lunes, 11 de marzo de 2013

GRASAS HIDROGENADAS, EL ASESINO SILENCIOSO

Las grasas hidrogenadas, también conocidas como grasas “trans”, son grasas de origen vegetal que han sido procesadas por el ser humano, y gracias a este proceso, tienen un comportamiento en nuestro organismo peor que el que pueden tener las grasas saturadas.
Mientras que las grasas saturadas pueden elevar el colesterol total, el colesterol LDL y los triglicéridos, las grasas hidrogenadas, no sólo aumentarán el colesterol LDL (conocido coloquialmente como colesterol malo) y los triglicéridos, sino que también reducirá el colesterol HDL (conocido como colesterol bueno por su papel en la prevención de enfermedades cardiacas).
Estas grasas se obtienen introduciendo moléculas de hidrógeno en su composición de manera artificial, cambiando su composición, su textura y su aspecto, dándole una consistencia sólida a temperatura ambiente, muy parecida a las grasas saturadas (las mantecas o el tocino)  y por lo tanto, haciéndolas más dañinas para nuestro organismo.
Las empresas hacen esto para reducir costes en la producción, ya que son grasas más baratas y alargan la vida del alimento que las contienen, evitando así el enranciamiento natural de las grasas y la prematura caducidad del producto. Así se obtiene un producto más competitivo, con mayor margen de beneficios y más duradero.
Algunos estudios recientes realizados por la Universidad de Navarra y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, apuntan a que estas grasas “trans” aumentan el riesgo de sufrir depresión.  Existen otros  estudios que apuntan a una posible relación de estas grasas con el desarrollo del cáncer.

¿Dónde están estas grasas hidrogenadas?
Las podemos encontrar en cualquier superficie que venda productos alimenticios o supermecados, en productos que normalmente son más baratos que otros semejantes. Pueden aparecer en las etiquetas como “grasas vegetales parcialmente hidrogenadas”, como “grasas trans” o directamente como “grasas hidrogenadas” o “grasas totalmente hidrogenadas”. Las encontramos en helados, bollería industrial, algunos cereales,  pan de molde, algunos frutos secos, caramelos de goma, margarinas, pastillas de caldos, sopas de sobre, galletas, productos congelados, cremas para café y un largo etc. Haz la prueba, lee las etiquetas de composición de los alimentos y te sorprenderá averiguar en cuantos productos cotidianos pueden aparecer.
Desconfía del producto alimenticio que tenga un precio excesivamente barato o que caduque muchísimo más tarde que otro producto semejante.

Algo está cambiando
Algunos marcas comerciales ya empiezan a darse cuenta del problema que están generando sus productos por contener este tipo de grasas y están apareciendo en los supermercados alimentos procesados que publican en sus etiquetas que están elaborados sin añadir grasas hidrogenadas en su composición, apareciendo de esta manera: “sin grasas hidrogenadas”.

Entre un alimento con grasas hidrogenadas y otro con grasas saturadas, ¿qué elijo?
Es preferible comer alimentos ricos en grasas saturadas, siempre de una manera moderada, antes que comer alimentos elaborados con grasas hidrogenadas. Un ejemplo de ello puede ser la recomendación de consumir la mantequilla por encima de la margarina.

¿Qué debemos hacer?
Debemos alimentarnos con comida y no con productos alimenticios, o lo que es lo mismo, elegir productos lo más naturales posibles, sin procesar. Si finalmente decidimos consumir algún alimento procesado, debemos  acostumbrarnos a mirar primero las etiquetas y leer con detenimiento su composición, rechazando cualquier alimento que contenga este tipo de grasas y sustituyéndolo por otro que sea semejante que se haya elaborado con aceites vegetales sanos, como el aceite de oliva o el aceite de girasol, sin mezclar con grasas hidrogenadas, sobre todo, si en los últimos análisis de sangre tenemos el colesterol o los triglicéridos elevados. Siempre es preferible pagar un poco más y vivir más sanos.


Publicado en el número 10 de la revista "De Reojo" de marzo de 2015 en la página 21

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