viernes, 20 de septiembre de 2013

Alimentación y cáncer

El cáncer es un tema bastante delicado en el que parece que nadie tiene una solución y en el que algunos pretenden hacernos creer que tienen el remedio definitivo para la cura del mismo. En esta ocasión pretendo dar información de mis investigaciones en mi campo, la nutrición y la alimentación, para intentar ayudar en medida de lo posible a todas aquellas personas que tienen un problema de cáncer o familiares que buscan desesperadamente una solución alternativa.

Lo primero que tenermos que tener presente es que todos tenemos células precancerígenas repartidas por todo el cuerpo, y que por malos hábitos, alimentación, influencia medioambiental, contaminación, etc, se pueden llegar a desarrollar cáncer. Nadie está a salvo de este problema. De hecho, cada vez parece que hay más casos.



Como vemos en la gráfica, la alimentación supone el 30-35% del total de la influencia sobre el cáncer. En teoria, si es capaz de llevarnos hacia un problema, también debería de ser capaz de mejorarlo.

Los antioxidantes tienen muy buena fama y están muy recomendados, pero también el abuso de ellos puede llevarnos a tener problemas cancerígenos y esto hace que no sepamos que aportar realmente. Parece ser que están muy sobrevalorados por intereses económicos.

Me he cansado de leer que a las farmaceuticas no les interesa seguir investigando por el camino de la alimentación, ya que no tendrían ningún beneficio económico, y eso hace que me den más ganas de seguir indagando.

Debemos de tener en cuenta varios puntos:

- Hay muchos, pero muchísimos alimentos que están en los supermercados y en nuestras casas que tienen un efecto cancerígeno (sacarina, grasas hidrogenadas, fosfatos, alimentos transgénicos, carnes hormonadas,.....) y que casualmente suelen ser muchas veces los más baratos.

- Si tenemos en cuenta ese 30-35% que supone la alimentación en la influencia del desarrollo cancerígeno, eso significa que el primer paso que hay que dar es el cambio de alimentación ("si siempre haces lo mismo, tendrás los mismos resultados"). La dieta que se podría recomendar es la dieta alcalina, sin azucares y libre de cualquiera de los productos anteriormente mencionados.

- Según muchos, el azúcar es lo primero que tenemos que eliminar de la vida de un paciente oncológico ya que su función es alimentar rápidamente a las células (buenas y malas). Las células buenas tienen una mayor resistencia a la falta de alimento que las células malignas, así que se debilitarían. La verdad es que tiene bastante sentido, aunque también he leido a un oncólogo que decía que esto no sirve de nada.

- Hay alimentos que son específicos para cada tipo de cáncer, ya que ayudan a que no lleguen los nutrientes con facilidad a sus células y así debilitarlas. Entre ellas tenemos, el brócoli, la col, la coliflor, coles de bruselas, frambuesas, cúrcuma, ajo, tomate y palo de arco.

 Este tema da mucho de que hablar. En el próximo blog intentaré profundizar un poco más en cada uno de los alimentos que he expuesto como "ayudantes del debilitamiento cancerígeno y el uso específico para cada tipo de tumor".

De momento: vida sana y equilibrada, ejercicio, dieta variada y equilibrada, no fumar, usar poco los aparatos inalámbricos, protegernos del sol, y eliminar la sacarina, grasas hidrogenadas, fosfatos, alimentos transgénicos, carnes rojas, y el exceso de azucares refinados y alcohol.

domingo, 23 de junio de 2013

ERRORES FRECUENTES EN LA ALIMENTACIÓN



Para empezar hay que diferenciar entre alimentación y nutrición.
Alimentación: es el acto ingerir alimentos sin tener en cuenta lo que estamos comiendo, sin control alguno. Es un acto voluntario y que depende de las condiciones sociales, económicas, zona geográfica, costumbres,cultura, preferencias, etc.
Nutrición: es el conjunto de procesos que se realizan en el organismo después de ingerir un alimento para utilizar las sustancias que lo componen imprescindibles para nuestro organismo.
Vista esta diferenciación, podemos afirmar que la gran mayoría se preocupa de alimentarse y no de nutrirse, razón por la cual terminan preparándose o comiendo cualquier cosa para quitarse la sensación de hambre que puedan tener, y este es, sin lugar a dudas, el primer gran error, ya que si pensáramos en nutrirnos, equilibraríamos los nutrientes de tal manera que no produciríamos desajustes en la alimentación diaria que, muchas veces, nos lleva a una mala alimentación, obesidad, hipercolesterolemias, hipertrigliceridemias, anemias, etc.

A esta reflexión también habría que destacar la diferencia entre hambre y apetito, ya que muchas veces se come por apetito, más que por hambre.
Apetito: lo que nos apetece. Comer por placer.
Hambre: sensación de vacío en el estómago o de ganas de comer. Necesidad fisiológica.


Un desayuno escaso
Una de las características más comunes en las personas con sobrepeso y obesidad.
Un desayuno escaso provoca que la energía ingerida no nos llegue para toda la mañana y terminemos “picando” entre horas, aparezcan fatigas y lleguemos a la comida del almuerzo con unas ganas exageradas de comer, provocando que comamos más cantidad de comida de la que necesitamos realmente.

Exceso de grasas
En los tiempos en los que vivimos  estamos rodeados de alimentos con una tasa demasiado elevada de grasas saturadas y colesterol. Los encontramos sobre todo en el exceso de toma de carnes, embutidos, bollería industrial, salsas, mantequillas, lácteos enteros, etc. Las grasas saturadas y el colesterol son las causantes de poner en peligro nuestras arterias y de enfermedades cardiovasculares. A esto hay que unir las grasas vegetales de coco, palma y las grasas hidrogenadas.

Exceso de condimentos
El exceso de sal en las comidas puede ayudar a que aparezca hipertensión arterial y a retener líquidos. Todos los alimentos contienen sal en mayor o menor medida de forma natural, pero los embutidos, las salazones, snacks y aperitivos, salsas, sopas de sobre, precocinados, etc, tienen dosis más altas.

Exceso de carne
Por mucho que sea un alimento rico en proteínas, no debe ser nuestra principal fuente proteica, ya que existen otros alimentos ricos en proteínas con menor cantidad de grasas saturadas como el pescado o el pollo/pavo y huevos o con más cantidad de fibra como las legumbres.

Exceso de azúcar
El azúcar es la concentración máxima de hidratos de carbono de asimilación rápida, es decir, contiene casi un 99% de hidratos de carbono de cadena corta que van directamente al torrente sanguíneo produciendo una serie de reacciones como respuesta, segregando insulina para su control en nuestro organismo. Un exceso puede favorecer el sobrepeso, las caries y/o diabetes tipo II.

Bebidas excitantes
El café, los refrescos de cola, de taurina o guaraná, té, pueden producir insomnio, nerviosismo, problemas gástricos, hipertensión arterial y taquicardias. A partir de 4 tazas, las dosis son excesivas.

Productos precocinados
Suelen tener una mayor concentración de sal, condimentos, grasas saturadas y el valor nutritivo es menor que el de los alimentos frescos.

También los malos hábitos:
Comer deprisa: Una comida debería durar unos 20 minutos como mínimo para que sea correcta y masticar bien antes de tragar los alimentos. Comer en un lugar tranquilo y acompañado. Comer deprisa engorda más.
“Picotear”: Uno de los principales causantes del aumento de peso. Comer sin horario fijo y a todas horas hace que incrementemos considerablemente las calorías ingeridas.
Prejuicios: Rechazar algunos alimentos porque no los hemos probado nunca o porque no nos guste su forma o porque nos han dicho que son malos sin consultarlo con un profesional.

jueves, 23 de mayo de 2013

Todas las aguas no son iguales



 
A la hora de elegir el agua para beber, podemos buscar entre todas las ofertadas en los supermercados leyendo su análisis químico impreso en la etiqueta. Todas las aguas no tienen la misma composición y debido a este pequeño detalle, puede que no nos apetezca beber agua, no nos quite la sed, retengamos más líquidos o no nos ayude frente a un problema de tensión arterial u otros.
Hay aguas que tienen un alto índice de minerales o de residuos secos y otras por el contrario, son muy ligeras y son las que desde aquí voy a recomendarte.



Entendamos el análisis químico de las etiquetas:

Residuo seco: son los residuos que quedan tras la evaporación del agua compuesta por las sales minerales, que contienen. Cuanto más débil de sales minerales, será una mejor agua.

Se clasifican en:           muy débil, si es igual o inferior a 50mg/l
baja, cuando es inferior o igual a 500 mg/l
media, cuando es igual o inferior a 1500 mg/l 
fuerte, cuando es superior a 1500 mg/l.

Bicarbonatadas, supera los 600 mg/l de bicarbonatos. Ayudan a hacer la digestión y mejoran la actividad de la vesícula y el hígado.
Cálcicas, más de 150 mg/l de cálcio. Aportan calcio y son indicadas para niños en periodo de crecimiento. Hay que evitarlas si somos propensos a crear cálculos renales.
Cloruradas, con más de 200 mg/l de cloruros. Este tipo de agua se usa frecuentemente para tratamientos de hidroterapia por sus propiedades tranquilizantes y básamicas.
Ferruginosas, tienen más de 1mg/l de hierro, se recomiendan para personas con anemia y reumatismos.
Fluoradas, más de 1 mg/l de fluoruros, en las zonas que se da este agua no es necesario aportar fluor a los niños y jovenes de forma añadida para una mayor protección dental.
Hiposódicas, tienen menos sodio, menos de 20 mg/l. Perfecta para personas con hipertensión arterial, problemas cardiacos y afecciones renales.
Sulfatadas, con más de 200 mg/l de sulfatos. Tienen un sabor ligeramente amargo, benefician la piel y el aparato digestivo.
Sódicas, tienen más de 200 mg/l sodio. No se recomiendan a personas con hipertensión arterial.
Teniendo en cuenta los análisis químicos, podemos elegir las aguas que más nos convenga y llevar así una vida más sana y equilibrada, ya que, el agua es la sustancia que más consumimos a lo largo de nuestra vida.


viernes, 19 de abril de 2013

¿SABEMOS COMPRAR?


La mayoría de las veces que vamos a buscar algo al supermercado terminamos saliendo de él con más cosas que las que queríamos en un principio, esto, fundamentalmente, puede ser debido a la estrategia de marketing que tienen las grandes superficies, donde colocan los productos “llamativos” cerca del lugar por donde tenemos que pasar obligatoriamente para llegar a un grupo de alimentos básicos, por ejemplo, los dulces cerca del pan o las golosinas justo al lado de la caja por donde tenemos que pagar.
Otro de los errores que se suele cometer es ir sin comer a un lugar de ventas de alimentos y como consecuencia, por hambre, terminaremos cogiendo cosas que en otro momento dado no hubiéramos cogido.

Hay buenas razones para leer las etiquetas:
Un error muy común es coger productos que pongan en grande “1 €” porque consideramos que es una oferta, y muchas veces, si nos paramos a mirar el precio por kg, el resultado es que en realidad pagaremos mucho más que si compráramos algo de 2-2,5 €, ya que vendrá mucha más cantidad en el embase.
A veces el precio elevado de un producto frente a otro que es más barato, nos advierte de su calidad.
Un jamón cocido puede estar al 40 % de carne y costar más barato que un jamón cocido que tenga un 95 % de carne, pero pagamos la calidad. Siempre será mejor coger un jamón con mayor % de proteína que con mayor % de hidratos de carbono o grasas.
Hay productos alimenticios que son más baratos que otros porque no tienen publicidad en televisión, pero también hay que mirar que la razón no sea porque tienen grasas hidrogenadas o grasas vegetales saturadas en lugar de aceites de oliva o girasol que son, con gran diferencia, mucho más sanos (comentado en el artículo anterior).
Los zumos de frutas, normalmente, la mayoría están compuestos por frutas concentradas a un % determinado o una mezcla de aromas que hacen que no sea un zumo “real”. La diferencia más clara está en los “zumos” que están en los pasillos de los supermercados y no necesitan frío para mantenerse, esa es la primera pista para darnos cuenta de que no es un producto natural. Los verdaderos zumos al 100% de fruta los encontraremos en las neveras, serán un poco más caros, pero estaremos seguros (pese a no tener las vitaminas) de tomar fruta autentica.
Así que si quieres conservar tu salud, recuerda, en la calidad está la diferencia. Es preferible gastar un poco más que tener que lamentarse el día de mañana.

lunes, 11 de marzo de 2013

GRASAS HIDROGENADAS, EL ASESINO SILENCIOSO

Las grasas hidrogenadas, también conocidas como grasas “trans”, son grasas de origen vegetal que han sido procesadas por el ser humano, y gracias a este proceso, tienen un comportamiento en nuestro organismo peor que el que pueden tener las grasas saturadas.
Mientras que las grasas saturadas pueden elevar el colesterol total, el colesterol LDL y los triglicéridos, las grasas hidrogenadas, no sólo aumentarán el colesterol LDL (conocido coloquialmente como colesterol malo) y los triglicéridos, sino que también reducirá el colesterol HDL (conocido como colesterol bueno por su papel en la prevención de enfermedades cardiacas).
Estas grasas se obtienen introduciendo moléculas de hidrógeno en su composición de manera artificial, cambiando su composición, su textura y su aspecto, dándole una consistencia sólida a temperatura ambiente, muy parecida a las grasas saturadas (las mantecas o el tocino)  y por lo tanto, haciéndolas más dañinas para nuestro organismo.
Las empresas hacen esto para reducir costes en la producción, ya que son grasas más baratas y alargan la vida del alimento que las contienen, evitando así el enranciamiento natural de las grasas y la prematura caducidad del producto. Así se obtiene un producto más competitivo, con mayor margen de beneficios y más duradero.
Algunos estudios recientes realizados por la Universidad de Navarra y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, apuntan a que estas grasas “trans” aumentan el riesgo de sufrir depresión.  Existen otros  estudios que apuntan a una posible relación de estas grasas con el desarrollo del cáncer.

¿Dónde están estas grasas hidrogenadas?
Las podemos encontrar en cualquier superficie que venda productos alimenticios o supermecados, en productos que normalmente son más baratos que otros semejantes. Pueden aparecer en las etiquetas como “grasas vegetales parcialmente hidrogenadas”, como “grasas trans” o directamente como “grasas hidrogenadas” o “grasas totalmente hidrogenadas”. Las encontramos en helados, bollería industrial, algunos cereales,  pan de molde, algunos frutos secos, caramelos de goma, margarinas, pastillas de caldos, sopas de sobre, galletas, productos congelados, cremas para café y un largo etc. Haz la prueba, lee las etiquetas de composición de los alimentos y te sorprenderá averiguar en cuantos productos cotidianos pueden aparecer.
Desconfía del producto alimenticio que tenga un precio excesivamente barato o que caduque muchísimo más tarde que otro producto semejante.

Algo está cambiando
Algunos marcas comerciales ya empiezan a darse cuenta del problema que están generando sus productos por contener este tipo de grasas y están apareciendo en los supermercados alimentos procesados que publican en sus etiquetas que están elaborados sin añadir grasas hidrogenadas en su composición, apareciendo de esta manera: “sin grasas hidrogenadas”.

Entre un alimento con grasas hidrogenadas y otro con grasas saturadas, ¿qué elijo?
Es preferible comer alimentos ricos en grasas saturadas, siempre de una manera moderada, antes que comer alimentos elaborados con grasas hidrogenadas. Un ejemplo de ello puede ser la recomendación de consumir la mantequilla por encima de la margarina.

¿Qué debemos hacer?
Debemos alimentarnos con comida y no con productos alimenticios, o lo que es lo mismo, elegir productos lo más naturales posibles, sin procesar. Si finalmente decidimos consumir algún alimento procesado, debemos  acostumbrarnos a mirar primero las etiquetas y leer con detenimiento su composición, rechazando cualquier alimento que contenga este tipo de grasas y sustituyéndolo por otro que sea semejante que se haya elaborado con aceites vegetales sanos, como el aceite de oliva o el aceite de girasol, sin mezclar con grasas hidrogenadas, sobre todo, si en los últimos análisis de sangre tenemos el colesterol o los triglicéridos elevados. Siempre es preferible pagar un poco más y vivir más sanos.


Publicado en el número 10 de la revista "De Reojo" de marzo de 2015 en la página 21

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miércoles, 13 de febrero de 2013

STEVIA

La stevia es un arbusto originario de Paraguay, conocido por los antiguos indígenas que allí habitaban y que la usaban para endulzar sus infusiones utilizando directamente la hoja de la planta.
No fue identificada por un europeo hasta finales del siglo XIX.
Actualmente la stevia es utilizada como edulcorante en muchos países de Sudamérica y Asia, principalmente en Japón, donde la planta fue introducida en 1970. En Europa, el uso de la stevia como edulcorante fue aprobado en 2011 por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.
La hoja verde de la stevia contiene, de forma natural, una sustancia que es 15 veces más dulce que el azúcar de mesa, y su extracto tiene hasta 200 veces más.

         100 g de azúcar = 11 g de stevia
 
A diferencia del azúcar de caña o remolacha, el edulcorante natural de la stevia no tiene calorías, por lo que evita riesgos a las personas con problemas de sobrepeso, diabetes o caries. Utilizada como edulcorante, los comprimidos de stevia son la opción más recomendable para endulzar bebidas frente a otro tipo de edulcorantes químicos como el aspartamo, sorbitol, sacarina, etc. que tienen un riesgo potencial cancerígeno.
Las propiedades de la stevia resultan excelentes para las personas que deben o quieren controlar el consumo de azúcares, ya sea porque tienen problemas de sobrepeso o desórdenes metabólicos como la diabetes.
De la planta stevia se están estudiando otras interesantes aplicaciones que en el futuro pueden aportar grandes beneficios para la salud. Por ejemplo, mejoras de las funciones gastrointestinales y la reducción de la ansiedad por comer.

viernes, 1 de febrero de 2013

OBESIDAD (primera parte)

La obesidad es una enfermedad crónica multifactorial fruto de la interacción entre genotipo y ambiente. Esta enfermedad afecta a un gran porcentaje de la población de países desarrollados como el nuestro, abarcando todas las edades, sexos y condiciones sociales. La prevalencia de la obesidad ha aumentado y continúa incrementándose de forma alarmante en nuestra sociedad, así como en países de economía en transición, adquiriendo proporciones epidémicas.

La obesidad aumenta sustancialmente no sólo el riesgo de diabetes y de enfermedades cardiovascular, sino también ciertos tipos de cáncer y otras enfermedades altamente prevalentes, de tal manera que ha convertido a la obesidad en la segunda causa de mortalidad prematura y evitable después del tabaco.

El coste económico que implica la obesidad, según el estudio DELPHI, se ha estimado en unos 2.500 millones de euros anuales (en el año 2002), lo que supone casi el 7% del gasto sanitario.

La obesidad se caracteriza por el exceso de grasa corporal. En función del porcentaje graso corporal, podríamos definir como sujetos obesos aquellos que presenten porcentajes de grasa por encima de los valores considerados normales, que son del 12 al 20% en varones y del 20 al 30% en mujeres adultas.


Aunque el Índice de Masa Corporal (IMC) no es un excelente indicador de adiposidad en individuos musculados como deportistas y en acianos, es el índice utilizado por la mayoría de estudios epidemiológicos y el recomendado por diferentes sociedades médicas y organizaciones de salud internacionales para el uso clínico dada su reproducibilidad, facilidad de utilización y capacidad de reflejar la adiposidad en la mayoría de la población.
Se acepta como punto de corte para definir la obesidad valores para el IMC igual o superior a 30 kg/m2, aunque también podemos considerar la edad para adaptar ese índice.